El habla en los comunicadores sociales

Iván Vera-Pinto Soto
Cientista social, pedagogo y escritor

Los comunicadores sociales juegan un papel vital en la sociedad actual. Utilizan
sus habilidades comunicacionales para informar, persuadir e inspirar a la
audiencia. Al margen de la cobertura social que tengan, ellos usan, entre otros
recursos, el lenguaje hablado para conectarse con sus oyentes y marcar la
diferencia en la sociedad.
En consecuencia, una de las habilidades más importantes que necesitan es la
capacidad de conectarse con sus receptores. Esto significa comprender sus
necesidades e intereses, y hablar de una manera que tenga sentido con su público
destinatario. Además, deben contar con la capacidad para adaptar su mensaje a
un público heterogéneo y ser empático con las realidades de todos ellos.
Del mismo modo, deben ser competentes para persuadir. Esto significa poder
presentar sus argumentos de una manera clara y convincente, y saber responder
las preguntas de la audiencia. Sumemos a ello, la facultad de construir un vínculo
y sentido de confianza con los receptores. Y, por último, deben poder inspirar a su
audiencia, con el fin de crear un mundo más tolerante y comprensivo.
Específicamente, inspirar al público a actuar y creer en sí mismo.
La historia de la humanidad tiene excelentes ejemplos de cómo algunos líderes
pudieron influir en su audiencia para cambiar la realidad. Uno muy cercano es Luis
Emilio Recabarren, quien en una acción «misionera», inculcó, en los obreros
analfabetos, la idea matriz que solo a través de la educación podrían comprender
las causas que lo oprimían, y, como corolario, cambiar el orden impuesto. Este es
solo un caso de las muchas formas en que los dirigentes sociales han utilizado sus
habilidades para marcar la diferencia en el mundo. En el fondo, los buenos
comunicadores son poderosos agentes de cambio, y pueden usar sus
experiencias para crear una sociedad más justa, equitativa, tolerante, inclusiva y
humanista.
No obstante, en la escena nacional y local, observamos que algunos de estos
profesionales no cumplen con las premisas descritas. Hoy, lamentablemente, se
privilegia tanto el rostro como la popularidad y la vulgaridad. Me explico. Los
canales televisivos contratan a personajes de la farándula, muchos de ellos sin
estudios en este ámbito ni preparación para conducir programas serios. En otras
situaciones, ciertos periodistas carecen de capacidad de reflexión crítica y
únicamente se limitan a brindar información, sin opinión propia ni menos
fundamentada.
Asimismo, hay un número no menor que hacen uso del lenguaje vulgar para
aparecer espontáneos y, supuestamente, cercanos a la «idiosincrasia nacional»

Este es un tema muy controvertido. Al respecto, hay opiniones a favor y en contra.
En este punto quiero ser claro y sin ambigüedades. Personalmente, encuentro
este estilo poco profesional o inapropiado, porque cuando el locutor usa un
lenguaje grosero, socava su credibilidad y dificulta la conexión con la audiencia.
Sin dejar al margen que esa locución puede resultar ofensiva. Muchos asistentes
pueden sentirse incómodos o faltados al respeto. Esto puede alejar a los
destinatarios potenciales y dañar la reputación del hablante. A mi juicio, esto no es
recomendable, por el contrario, estimo que un mismo mensaje puede tener mayor
efectividad e impacto si no es ofensivo ni trivial en todos los sentidos.
Para no agotar al lector, describiré brevemente otros dilemas. Uno de los errores
más comunes es la incapacidad de los comunicadores para utilizar correctamente
el idioma. A menudo cometen errores gramaticales, utilizan jerga y hablan de
manera vaga y concisa, lo que dificulta que el oyente comprenda lo que dicen y
empobrecen su lengua materna.
El otro problema es que los locutores no utilizan el idioma y el habla de forma
eficiente y eficaz. Frecuentemente se expresan demasiado rápido, con evidentes
deficiencias en la dicción e impostación de la voz (generalmente exhiben pobres
cualidades en el tono, timbre e intensidad). Tampoco proporcionan suficiente y
precisos contextos para sus declaraciones. Estos «ripios» pueden dificultar que la
audiencia comprenda lo que se dice y también puede dar lugar a malentendidos.
Por si fuera poco, no siempre hacen que el idioma sea accesible a un público
amplio. Además, confunden a las personas, especialmente a aquellas con
diferentes orígenes culturales o niveles desiguales de educación, al utilizar
palabras y frases complejas y manifestarse de una modalidad que no se adapta a
todos los grupos destinatarios.
El último error es la inexactitud fáctica. Este factor puede engañar al público o
dañar su credibilidad. Por ejemplo, un comunicador ​​puede informar estadísticas
incorrectas o hacer afirmaciones falsas sobre una persona o un evento, lo cual
puede afectar significativamente la comprensión del público sobre el entorno
social.
Dicho lo anterior, es crucial que los comunicadores sociales tomen medidas para
mejorar sus habilidades lingüísticas y saber utilizar el idioma de manera más
eficaz y accesible.
Algunas recomendaciones que podrían ser útiles: Primero, practicar de manera
sistemática frente al público. Segundo, capacitarse y contar con una asesoría
idónea, es decir, tomar clases de técnicas efectivas de oratoria y de educación de
la voz. Tercero, estudiar con hondura los temas que habitualmente trata en sus
espacios radiales y televisivos. En lo posible ser una persona culta, con una
formación integral, para que los mensajes que transmite adquieran un carácter
más sólido y objetivo.

Estas son herramientas imprescindibles no sólo para estos actores sociales, sino
también para cualquier profesional que tenga que lidiar con determinado tipo de
públicos y escenarios sociales. Este tema no suele tratarse en la educación
universitaria, empero, es la clave del éxito personal y profesional.