Las alertas que está dando el Comercio en Iquique

Patricio Meza García

Administrador en Seguridad Pública

El miedo a ser víctima de la delincuencia es una realidad que afecta a millones de personas alrededor del mundo y nuestro país no es la excepción. Ya sea en grandes capitales o en pequeñas localidades, la sensación de inseguridad puede convertirse en una barrera infranqueable que limita nuestra libertad de movimiento y afecta aspectos muy diversos de la vida cotidiana y donde Iquique no es la excepción.

Sabemos que la capital de Tarapacá siempre ha tenido fama de ser una ciudad hermosa, llena de oportunidades, pero lamentablemente en la actualidad el tema de la seguridad pública se ha ido convirtiendo en un obstáculo para su desarrollo pleno. De hecho, existe amplio consenso que muchos habitantes de Iquique y sus alrededores se sienten “atrapados” en sus propios hogares, expresan abierto temor de salir a las calles (como lo hacían en el pasado).

Este miedo paralizante tiene graves consecuencias para la ciudad y, en particular, para el sector comercial, sin embargo, este temor evidente está lejos de afectar solo la realidad individual de las personas y familias, sino que esta situación ahora se ha instalado hasta la actividad comercial, que es uno de los pilares fundamentales de cualquier economía, pero en especial del enclave ciudad-puerto que es Iquique. En la práctica, debido al temor a la delincuencia, los comerciantes se ven obligados a cerrar más temprano de lo habitual y las principales arterias que agrupan al comercio local se vuelven “desiertas” entrando apenas la tarde, privando a la ciudad de su vitalidad y dinamismo.

Desde una mirada experta o especializada, aquí resulta evidente que la falta de seguridad impacta de manera radical a todos quienes viven del comercio, debido a que los clientes potenciales optan por evitar las zonas peligrosas o simplemente deciden postergar la decisión de compra y quedarse en casa. Porque, no es necesario hacer complejas proyecciones para inferir que todo lo anterior descrito se traduce en una disminución de las ventas y -en última instancia- en el cierre de muchos negocios establecidos. Los comerciantes se encuentran, así, atrapados en un círculo vicioso: la falta de seguridad disminuye sus ingresos, lo que a su vez menoscaba su capacidad para invertir en medidas de protección eficaces para encarar el problema.

Desde una perspectiva paralela, el comercio cerrando más temprano no solo tiene un efecto económico negativo, sino también sociales. Las calles desiertas y los negocios cerrados a tempranas horas generan un ambiente de abandono y desolación que disminuye el atractivo de la ciudad para los visitantes y turistas, además de limitar las oportunidades de empleo y el desarrollo de nuevos emprendimientos.

En orden a esbozar soluciones, es fundamental mantener un enfoque integral y considerar las múltiples variables y protagonistas en juego. Por un lado, el Estado de Chile debe ser capaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, algo que la misma Ley le impone como Deber prioritario, ya sea implementando mejores políticas de prevención del delito como fortalecer a las policías civil y uniformada junto al Ministerio Público para encauzar investigaciones eficientes y oportunas.

Asimismo, es necesario fomentar la participación ciudadana en todos sus niveles y promover la colaboración entre la comunidad y las autoridades para enfrentar este desafío de manera conjunta.

Una tercera arista, también importante, apunta a que los propios comerciantes afectados se organicen y trabajen de manera coordinada con el resto de los actores sociales e institucionales que les permitan proteger sus negocios y atraer a los clientes. ¿Ejemplos concretos? La implementación de sistemas robustos de vigilancia, la contratación de personal provisto por empresas de seguridad privada y la adopción de medidas de seguridad física son algunas de las acciones que pueden contribuir a mejorar la situación, tal como se ha demostrado en la experiencia a nivel mundial.

Lo que no puede ocurrir es que el miedo a ser víctima de la delincuencia inmovilice a las personas y a las ciudades. Es hora de enfrentar el momento actual de manera decidida y construir un Iquique “seguro”, donde los comercios puedan operar con tranquilidad cada nueva jornada. Los mayores contingentes de policías proporcionados por programas como Calle Sin Violencias son un primer paso para erradicar el mal uso de las calles por parte de la delincuencia que está copando los espacios urbanos, en medio del desconsuelo de una ciudadanía que anhela volver a disfrutar de una de las más bellas ciudades de la costa del Norte chileno.