Alguien escribió alguna vez que todo ser humano es una entidad dotada de
vida y en su devenir natural y regular pasa desde su nacimiento, gradual y
progresivamente, por varios estados como lo son la niñez, la juventud, la
adultez y la senectud para finalizar con la muerte, fase última inevitable, en
muchos casos temida, mayoritariamente triste y dolorosa y sobre todo
misteriosa.
En este contexto hemos advertido que en años recientes se está notando la
cultura de cantar serenatas a los muertos, solicitados por sus familiares.
Bien sabe de aquello, la cantante Marita Rodríguez procedente del pueblo
Chincha del Carmen de Perú quien es requerida por familias para que
interprete las canciones que en vida cantaban sus difuntos, como hizo ayer
en el Cementerio 3.
“Hoy vine a cantarle algunos valsecitos a Nelly una peruanita que no conocí,
pero también para cantarles a quienes han fallecido porque yo sé que ellos y
ellas nos ven y nos escuchan desde el cielo, hasta yo me emocioné. Soy
cantante y si me llaman para cantar en algún camposanto allí estoy porque
también alegro el alma de los dolientes que recuerdan las canciones que en
vida gustaban a sus parientes que se fueron antes”.
El canto de la artista invade el ambiente de los pasajes del cementerio, lo que
obliga a voltear la cabeza para saber quien canta tan bonito, porque trae
consuelo a los dolientes. Es una costumbre que hace dos años reporteamos
en el Cementerio 3.
