Esa singular condición tiene la dirigente Odesa Flores, presidenta local de la
Agrupación de Ex Presas Políticas quien atravesó por la dura experiencia de
conocer el campo de prisioneros más emblemático de Tarapacá.
Convencida de la importancia de aleccionar sobre Derechos Humanos a las
jóvenes generaciones, en esta entrevista con El Longino ella comparte parte
de esos horrendos días y revela cómo allí se burló la autoridad militar que
la dejó salir con vida de ese trance histórico.
Isabel Frías
Periodista U.C.
Nacida en Huara, madre de cinco hijos, abuela de once nietos, Odesa Flores Tiayna arranca su
emotiva conversación con El Longino presentándose como una “pampina de corazón”, criada en la
salitrera Cala Cala donde su padre era un conocido sindicalista quien —desde niña— la formó bajo
la disciplinada cultura del Partido Comunista fundado en Tarapacá.
De 80 años —y a pesar de algunas dolencias surgidas con la edad— hoy reparte sus días en
numerosas actividades comunitarias y de promoción y defensa de los Derechos Humanos,
levantándose como figura visible de la Agrupación de Ex-Presas Políticas de Pisagua.
Esta última entidad ha marcado un punto de inflexión en denunciar los tormentos y abusos
sufridos por sus integrantes en ese Campo de Prisioneros, pero siempre bajo la mirada profunda y
vulnerable de la condición femenina.
Tal como nos detalla de manera precisa el Informe Valech en su página 267, tanto hombres como
también las mujeres detenidas en Pisagua “debieron sufrir, según quienes declararon ante la
Comisión, fueron los simulacros de fusilamiento, colgamientos, aplicación de electricidad,
submarino, teléfono y quemaduras con cigarro”, y un verdadero abanico de tormentos orientados
a aniquilar física y psicológicamente a los casi 800 prisioneros que albergaba el recinto.
La singularidad de los abusos cometidos contra algunas mujeres estuvo claramente en las
agresiones sexuales, se señala en esa misma página del Informe. Se trata de una descripción que
nuestra entrevistada reafirma hoy de manera solemne, con ocasión de conmemorarse 50 años de
aquellos trágicos hechos, aunque lo vivido por Odesa Flores desde un principio se convirtió en uno
de los testimonios más simbólicos porque ella conoció y sobrevivió a Pisagua en dos ocasiones:
Primero siendo niña cuando fue detenido su padre por el gobierno anticomunista de Gabriel
González Videla y, tras el Golpe de Estado de 1973, ya adulta, entonces bajo su doble calidad de
militante del PC y también funcionaria en Iquique de una de las reparticiones más recordadas del
gobierno de la Unidad Popular como fue la conocida Dirección de Industria y Comercio (Dirinco),
que controlaba y dirigía la venta de alimentos y productos de primera necesidad.
LA DETENCIÓN
En pleno año 2023, Odesa Flores conserva el recuerdo nítido de su detención hace cinco décadas
atrás. “Ese fatídico día -comienza relatando-, como a las 7 de la mañana yo estaba en la casa de mi
madrastra y nos avisan que se estaba realizando el Golpe, por lo cual me fui a nuestra sede como a
las ocho; allí estaba el secretario del partido comunista, Ricardo Torres, y él tenía preparado un
porta documentos lleno de papeles que me entregó para que yo lo resguardara, en un lugar
seguro. Entonces, tomé la micro y volví a mi casa, donde mi madrastra se encargó de hacer un
hoyito en el patio y enterrarlo, sin saber en ese instante que la humedad se iba a comer y destruir
esos antecedentes. Todo eso se perdió porque no se sacaron a tiempo, ya que me detuvieron
primero acá en Iquique y luego me mandarían al campamento de Pisagua”.
O sea, ¿usted no se presentó a su trabajo ese martes 11?
-No. Ni yo ni nadie fue a su trabajo porque, a los que iban a sus oficinas, los tomaban presos a
todos, de inmediato.
Le pregunto esto, porque los tiroteos hacia La Moneda comenzaron cerca de la 10 y los aviones
de la FACH bombardearon el Palacio alrededor del mediodía.
-Si, es verdad, pero a lo largo de todo Chile igual se supo lo que realmente estaba pasando y desde
muy temprano. Las transmisiones de radio marcaron la diferencia.
¿Qué hizo entonces en esas horas? ¿Se escondió?
-No, no, yo jamás me voy a esconder. Lo primero fue ir a la sede, resguardar la documentación del
partido y luego salí para ver lo que estaba pasando en Iquique, para comunicarle a los compañeros
lo que ocurría en las calles. Pronto empezaron a emitirse los Bandos y los militares se apersonaron
en los domicilios para detener a la gente; a mi me ofrecieron sacarme por el Perú y yo no quise
porque acá había mucho por hacer.
¿La detuvieron finalmente el día 23 de septiembre?
-Sí. Ese día ya había llegado mi marido desde Santiago y, como no estábamos en la casa y mi
esposo pensaba diferente a mi (era DC) y siempre discutía conmigo, me fui a la casa con mis
cuatro niños que tenía en ese momento. Me tocó intentar preparar un té a todos ellos y como no
teníamos ni siquiera azúcar, a pesar que yo era de Dirinco, salí rumbo hacia el portón para buscar
algo que llevar a la mesa y en eso aprecio que viene un jeep militar. “Me van a detener aquí”,
pensé, y a los soldados les dije: “a mí me detienen, pero me llevan con mis hijos porque no los
puedo dejar solos”.
Ellos, mostrándome la metralleta, me convencieron de no llevarlos; les di un beso a cada uno y me
subí al vehículo. Luego los desgraciados me pasearon por todo Iquique, por Desarrollo Social, por
Dirinco también, por las poblaciones; me llevaban en la parte trasera rodeada de 4 militares
armados, todos en posición de disparo. Aquello lo hacían para que la gente nos viera y sintiera
miedo; para que no se enfrenten ni hicieran nada. Era un amedrentamiento hacia mí, pero
también para el resto de las personas que nos miraban pasar.
¿Sintió miedo viajando arriba de ese auto militar?
-No, no sentí miedo, porque puedo decir que empecé a trabajar clandestinamente desde el
minuto uno del Golpe. Y hasta me disfracé; para circular, me teñí el pelo color rubio, me colocaron
hartos polvos faciales para que la piel se me viera más clarita; además me vistieron con ropa de
señora encumbrada, para pasar desapercibida. De hecho, me veía tan distinta que no me
reconocían ni mis mismos compañeros de partido. Fue así como me desplacé por todos los lados,
por lo menos hasta que llegaron a buscarme y llevarme prisionera.
EN LA VI DIVISIÓN
El largo paseo motorizado de la señora Odesa culminó finalmente en las dependencias de la VI
División del Ejército. Ella lo relata de la siguiente forma: “Nos ingresaron, luego nos sentaron y ahí
tuvimos que esperar hasta que nos hicieron pasar para estar con el general a cargo de todas las
operaciones, Carlos Forestier Haensgen y él mismo fue el primero que me interrogó”.
Tras ese encuentro, se decidió el traslado de la señora Odesa al entonces Batallón Logístico, que se
situaba al lado del Regimiento de Telecomunicaciones y donde estuvo detenida casi un mes
completo: “En ese batallón me tuvieron todo el primer día a la espera de ser de nuevo interrogada
y comencé a pensar que en ese lugar me iban a fusilar porque ya se sabía que habían desaparecido
compañeros y compañeras, como Ruth, Mavi o Eliana Cerda. También ya se conocía del simulacro
donde mataron a los dos jóvenes socialistas y al soldado Pedro Prado”.
El responsable de ejecutar los interrogatorios en ese recinto fue el capitán Peña y donde su
empeño consistía en que Odesa y el resto de los detenidos “entregara nombres” de quienes
trabajaban en la Dirección (Dirinco) y también de aquellos militantes que operaban ocultos como
medida de seguridad.
¿Y cómo enfrentó esos interrogatorios?
-Uno se ordenaba mentalmente para no acordarse de varios nombres que había que proteger;
Pero, ya sabíamos que mediante tortura hubo compañeras que “hablaron” y delataron a otras.
¿Tuvo compañeros que la dejaran a usted en evidencia?
-Sí, a mí me delataron informando que había estado estudiando en la Unión Soviética, por
ejemplo, algo que no sabía nadie… Hasta el día de hoy no sé quién fue la persona que habló y me
gustaría saberlo porque ese dato fue decisivo para ser trasladada luego al Buen Pastor, la excárcel
de mujeres, que estaba a cargo de dos monjas 100% fascistas que creyeron que nosotras éramos
asesinas y escoria humana. Por fortuna, tanto la madre Guadalupe como la madre Anita -al
compartir con nosotras- se dieron cuenta que esas acusaciones no eran verdad.
Creo que logramos transmitirles que no solo no éramos asesinas, sino que solo trabajábamos por
el cambio de una sociedad, por apoyar al gobierno del compañero presidente Salvador Allende.
A ORILLAS DEL MAR
Desde las dependencias del Buen Pastor, la dirigente Odesa Flores Tiayna finalmente sería
derivada a Pisagua y, tras las largas semanas de detención e interrogatorios, ese trayecto lo hizo
en parte algo ya resignada sobre el destino que le esperaba en ese lugar: “Yo esperaba que en
cualquier momento me mataran. Y esta convicción la tenía porque tenía encima varias
acusaciones como excusa; primero haber ido a la URSS, ser dirigente en el Partido Comunista, ser
funcionaria de un servicio público y vicepresidenta de la única Unión Comunal que existía en
Tarapacá en ese entonces”.
Una vez en el campamento de prisioneros a cargo del Ejercito, comenzó a sufrir la tercera tanda
de interrogatorios, siempre acompañados de la tortura correspondiente; en medio de un
ambiente de hacinamiento, hambre, sed e intimidaciones constantes, de noche y día.
En las páginas 268 y 269, el Informe Valech entrega un “mejor” detalle de lo que pasaron los
detenidos durante los días posteriores a septiembre de 1973: “Los testimonios describen haber
sido objeto durante los interrogatorios de golpizas constantes, señalan haber sido enterrados en
fosas hasta la cabeza y se les orinaba encima, a pleno sol, por largos períodos; se les golpeaba
hasta ocasionarles fracturas, eran atacados por perros; los obligaban a pelear entre ellos por
comida; se les encerraba en unos toneles para lanzarlos cerro abajo. Existen relatos de personas
sometidas, además, a violencia y agresiones sexuales”.
Sin embargo, como mujer inteligente, de mente rápida y gran honestidad, nuestra entrevistada
reconoce que en Pisagua percibió que tal vez podrían eludir la muerte gracias a un factor
inesperado: “Con todos lo que salimos con vida de allí, todo lo que vivimos las (800) personas que
estábamos en ese lugar en ese minuto, sabemos que tenemos que dar las gracias a la Cruz Roja
Internacional porque su personal llegó hasta Pisagua y ellos pudieron engañar al Ejército y
también a nosotros ya que al principio no queríamos conversar con ellos.
¿Qué hizo la Cruz Roja por todos ustedes, los detenidos?
-Nosotros no queríamos conversar con la gente de la Cruz Roja porque pensábamos que eran de la
Alemania Federal, pero resultó que no. Uno de ellos explicó, muy confidencialmente a uno de los
nuestros, que ellos provenían todos de la República Democrática Alemana y aclaró que ellos
venían a observar, a conversar con nosotros, a recoger nuestros testimonios directos para que el
mundo supiera lo que estábamos pasando y dar a conocer fuera de Chile lo que estábamos
sufriendo. Nos dijeron que ellos debían velar por que recibiéramos un buen trato, por tomar nota
de todo lo que veían, pero no era solamente eso; fue mucho más lo que hicieron por todos los
prisioneros.
Si me pregunta a mí, creo que la Cruz Roja nos salvó a las mujeres de ser fusiladas, porque los
militares ya antes nos habían anunciado que iban a ser fusiladas 10 mujeres y no se fusiló a
ninguna. Estando la Cruz Roja presente se tenían que respetar los Tratados Internacionales.
¿Y qué vino después para usted?
-Después vinieron los Consejos de Guerra primero y, luego, la sentencia de ese grupo donde
estaba el comandante Larraín y el famoso juez Mario Acuña que estaba involucrado en tráfico de
droga. Ese Consejo de Guerra donde se veía mi situación fue a las 8 de la noche, apagaron las luces
y quedó todo en oscuras. Acto seguido, empezaron a disparar y ahí se instaló el susto; pensamos
que nos abatían a todos, pero aquello fue pura maldad, fue pura tortura sicológica nada más en las
horas previas a que partiéramos a los puntos de relegación o destierro.
¿A dónde fue relegada por la autoridad militar de Pisagua?
-A mí me mandaron a Porvenir, en la región de Magallanes, en el fin del mundo. Cuando vi el
mapa, ahí sí que lloré harto, harto. Y me preguntaba cómo me voy para allá, con mi familia y mi
marido tuvo que vender el camión que trabajaba para poder costearnos ese viaje en avión a Punta
Arenas, al otro extremo de Iquique. No había Carretera Austral entonces ni tampoco que llegaran
a esa localidad.
Con mi esposo y los niños, salimos de acá el 24 de diciembre 1973 y teníamos que estar el día 10
de enero en los lugares adonde habíamos sido desterrados, y todo por nuestra cuenta.
A la familia de Odesa Flores les esperaba otro desafío en esas tierras, que se avizoraban como
difíciles e inclementes no solo por la frialdad del clima, sino porque allá no conocían a nadie, no
tenían casa ni enseres y tampoco la posibilidad rápida de empleo o trabajo. Y es que la relegación
—que se dictaminó por 5 años, pero se prolongó por 6— sería abrir otro capítulo no solo en la
trayectoria vital de esta sobreviviente de Pisagua. Ese capítulo dedicado a las relegaciones políticas
la abordaremos en otro ciclo de publicaciones ya que aún —50 años de ocurrido el Golpe—sigue
siendo una materia pendiente de análisis y reflexión. “En Provenir, lentamente y con dolor,
empezaría otra vida”, reconoce la dirigente, quien agrega: “Allá quedaron e hicieron sus vidas dos
de mis hijos y a ese lugar vuelvo siempre, pero ahora a ver a mis nietos” y para quienes desea
legarles otro Destino y otro Chile al vivido por su generación.